jueves, 25 de noviembre de 2010

Conflicto entre las Coreas se cobra su primera víctima política


La artillería surcoreana tardó 13 minutos en reaccionar desde que el primer obús cayó en una aldea de pescadores de la isla de Yeonpyeong el martes.
"Es demasiado tiempo, incluso teniendo en cuenta que hay que seguir un protocolo", se quejaban este jueves expertos militares en las páginas del 'Korea Herald'.
Al parecer, en la isla bombardeada, el territorio habitado más cercano a Corea del Norte, las defensas apenas tenían movilidad, los tanques permanecían desprotegidos y no había suficientes medios para iniciar un contraataque.
Los periódicos surcoreanos se preguntan en estos días si el país está preparado para iniciar una guerra con sus vecinos comunistas del norte.
Y la respuesta parece ser negativa. El ministro de Defensa, Kim Tae-Young, presentó este jueves su renuncia ante el presidente Lee Myung-Bak, quien la aceptó sin pestañear.
Su actuación en la peor crisis bélica vivida en la península en muchos años había sido duramente cuestionada por la oposición, por los medios de comunicación e, incluso, el Gobierno.
Se dice que el Ejército ha sido demasiado "blando" o "tibio", por usar dos calificativos utilizados por parlamentarios de su propio partido, defensores a ultranza de la mano dura.
El debate es tan viejo como el conflicto. Los sucesivos gobiernos de Corea del Sur se han preguntado cómo responder a las provocaciones de la dictadura comunista. Algunos, como el antecesor de Lee, el fallecido Roh Moo-hyun, optaron por hacer todas las concesiones posibles para calmar a la fiera y pacificar, paulatinamente, la frontera más militarizada del mundo.
La opinión de quienes defienden el diálogo es que cualquier pacto es mejor que una guerra, aunque haya que enviar víveres, dinero y ayuda a un régimen militarista que constantemente amenaza con destruirlos.
La otra opción es plantar cara, no tolerar provocaciones y exigir que Pyongyang desmantele su programa nuclear, como requisito previo, antes de negociar cosas importantes.
Es, más o menos, lo que ha venido haciendo Lee Myung-Bak desde que ganó las elecciones en diciembre del 2007, con un discurso que prometía una política más dura con la dictadura de Kim Jong-il.
Como resultado, desde que llegó al poder, la tensión en el 'paralelo 38' ha subido de temperatura hasta alcanzar los niveles de la Guerra Fría.
Los partidarios de la línea dura han visto que no hay mucho margen de maniobra cuando sus vecinos deciden abrir fuego. Y desde que Lee Myung-Bak asumió el cargo, a principios del 2008 se han repetido las provocaciones. Algunas especialmente graves, como el hundimiento de la corbeta 'Chenoan', donde murieron 46 marineros surcoreanos.
Por no hablar de lo del martes: bombardear indiscriminadamente áreas civiles era algo que no ocurría desde que se firmó el alto el fuego, en 1953.
A pesar de todo, lo único que ha podido hacer Seúl es gritar que, si se repite la provocación, "habrá respuesta contundente".
Y cuando las provocaciones se repiten, se renuevan las amenazas, estrechando un poco más, eso sí, el cerco de las sanciones económicas.
¿Qué hacer entonces ante los ataques de Corea del Norte?
La perspectiva de que inicie una escalada de hostilidades y refriegas que desemboque en una guerra abierta es escalofriante.
Seúl, una megalópolis de unos 12 millones de habitantes, está a tan sólo 60 kilómetros de los misiles norcoreanos. Y aunque cuenta con el apoyo de Estados Unidos y con un Ejército más moderno que el de su vecino comunista, Kim Jong-il dispone de un país volcado a las armas, con un programa nuclear avanzado y una nación a la que desde hace 50 años se le habla obsesivamente de qué hacer cuando empiece la guerra con el sur.
El presidente Lee Myung-Bak y los parlamentarios que obligaron a dimitir al ministro de Defensa parecen decididos, esta vez, a enseñar con más fiereza los dientes.
Para empezar, planean reforzar sus defensas en las islas situadas en el extremo oeste de la península, la zona más vulnerable del país. También han pedido que el Ejército modifique el protocolo: a partir de ahora, si Corea del Norte ataca, la respuesta será más rápida y contundente.
El problema es que para el régimen de Pyongyang perder unos cuantos soldados en refriegas fronterizas no significa nada. Podría resultarles incluso rentable como distracción de las penurias que pasa su gente.
El enemigo hambriento
El régimen norcoreano, aislado del mundo exterior e incapaz de producir suficientes alimentos para toda su población, enfrenta una situación dramática que, según el Programa Mundial de Alimentos (WFP), podría provocar nuevas hambrunas, como ya ocurrió en los años 90.
La organización internacional considera que unos cinco millones de personas podrían sufrir el año que viene "escasez grave" de comida.
El informe de WFP asegura que la cosecha de 2010 no ha sido mala, pero el Gobierno no está comprando tanto como otros años en el mercado internacional, que abastece principalmente a través de China.
La ayuda humanitaria, que depende en gran parte de Corea del Sur y de otros países, como Japón, con los que Pyongyang mantiene un tenso enfrentamiento, también podría verse reducirse drásticamente a lo largo del 2011. El régimen, entretanto, sigue invirtiendo en armamento.
El estudio aseguraba que en siete de las 10 provincias del país, los almacenes de grano estaban vacíos y alertaba que cientos de millones de niños ya sufren la mordida de la desnutrición.
La ONU publicó estos datos para anunciar que sólo había conseguido recaudar el 20 por ciento del programa de ayuda preparado para Corea del Norte, en el que pocos países quieren arrimar el hombro.

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